Oradores griegos y romanos, arquitecturas abiertas, audiencias circulares, bóbedas sin límites, reflexiones… el paso del tiempo.


Una mezcla de datos empíricos, pruebas y errores era todo cuanto el diseño acústico de auditorios, había progresado hasta finales del siglo XIX.

En 1895, un físico llamado Wallace C. Sabine, ante un problema de incomprensibilidad de palabras en el Fogg Art Museum, debido al exceso de reflexiones entre sus paredes, fue el primer protagonista en la definición de los parámetros fundamentales de la buena acústica en espacios cerrados.

Desde entonces el diseño acústico ha sido un campo muy activo de estudios realizados entre físicos y arquitectos científicos.

El actual desarrollo de los sistemas de reproducción sonora ha creado una clarísima demanda entre las audiencias:
Obtener las mejores respuestas acústicas en los auditorios, teatros, en las “salas polivalentes” cada vez más predominantes, en los centros culturales, salas de conferencias y allí donde escuchar ya no es solamente oír.

Para el diseñador de éstas salas, existen pocas decisiones que no tengan algún efecto sobre el comportamiento del sonido en un local.

Cada sala impone sus características propias a las de la fuente sonora que actúa en ella.

 

...rayos sonoros que inciden y se reflejan...

Los métodos estadísticos fueron en un principio la base del diseño, en la actualidad toda la estadística y la formulación matemática se encuentran en un entorno informático que plantea la mejor ayuda para resolver definitivamente los problemas acústicos de la arquitectura moderna.

La sonorización completa la expresión sonora de los eventos y su importancia es definitiva para recoger la máxima expresión sonora del edificio que necesita del refuerzo electroacústico
Acústica y electroacústica de la mano, confirman el éxito en las audiencias de todo el mundo.

 

 

 
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